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RESUMEN | "Una mañana cualquiera en mi ciudad" de Martín Blasco | Levemente Fantástico

Writer: todomenosleertodomenosleer

Updated: Feb 27

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Les dejo este resumen de Una mañana cualquiera en mi ciudad, hecho por mí. Y más abajo van a encontrar el análisis completo del cuento.


Resumen: "Una mañana cualquiera en mi ciudad"

En Buenos Aires, una ciudad caótica y vibrante, la rutina de la mañana avanza con su incesante ruido y desorden. Entre el bullicio, la señora Claudia Ordóñez sufre un accidente: cae al suelo cuando un joven se cruza en su camino, haciéndola perder sus compras. Ese joven es Pedro, quien, avergonzado, se disculpa repetidamente, le ayuda a recoger sus cosas y le ofrece pagarle lo que se haya roto. Luego de este breve encuentro, ambos siguen con sus vidas. Claudia Ordóñez continúa con su rutina, se convierte en abuela y, treinta años después, fallece. Pedro, en cambio, sigue su trayecto con prisa, pues necesita tomar el colectivo 29 para llegar a su destino a tiempo.


Al ver el colectivo acercándose, Pedro se esfuerza al máximo y logra subirse justo antes de que parta. Sin embargo, al abordar, se encuentra con un detalle extraño: no hay máquina para pagar el pasaje. Confundido, pero sin darle demasiada importancia, se adentra en el vehículo, pensando que ha conseguido, sin querer, un viaje gratis. Se dirige al fondo, buscando un asiento, pero al no encontrar ninguno libre, se queda de pie junto a la puerta trasera. Mientras observa a los pasajeros, nota algo inusual en ellos. Oficinistas de expresión agotada, obreros absortos en la ventanilla, estudiantes con uniforme escolar... Algo no encaja, aunque no logra precisar qué es.


A medida que sigue mirando, comienza a sentirse incómodo: algunos pasajeros también lo observan, pero sus miradas no son amistosas. Intenta disimular su inquietud mirando al techo, pero esto solo refuerza su sensación de extrañeza. Las ventanillas del colectivo son más pequeñas de lo habitual, el pasamanos que sostiene se siente diferente, y en general, todo el vehículo parece un modelo antiguo, demasiado antiguo. La tensión crece cuando se atreve a bajar la mirada y observa con más atención a las personas frente a él: una mujer de unos cuarenta años y un niño con guardapolvo blanco, peinado prolijamente con una raya al costado. Algo en ellos le resulta familiar. Entonces, al examinar mejor a la mujer, siente un escalofrío.


Esa mujer es su madre. No una persona parecida, sino su madre tal como la recuerda en las fotos de su infancia, con el pelo negro teñido, su característico lunar y la chaqueta con hombreras que solía usar en aquellos años. Al dirigir la vista al niño, el asombro lo golpea con más fuerza: ese niño es él mismo, con los zapatos negros que tanto odiaba usar. La revelación es tan impactante que la palabra se le escapa con fuerza: "¿Mamá?". Su mente se desborda en preguntas: ¿cómo es posible? ¿Qué está pasando?


Pero antes de que su madre pueda responder, una pasajera interviene con desprecio, llamándolo "drogadicto". Pedro, atónito, intenta replicar, pero la hostilidad en el ambiente es palpable. Se da cuenta de que su vestimenta —un jogging verde, una campera inflable, zapatillas deportivas y su cabello largo y rizado— contrasta drásticamente con la apariencia del resto de los pasajeros. Todos llevan ropa gris y cortes de pelo prolijos; los hombres exhiben bigotes similares al de un sujeto que, con tono autoritario, se dirige a su madre para preguntar si él la está molestando.


El pánico se apodera de Pedro cuando el hombre de bigotes exige ver su documento de identidad. En ese instante, comprende la aterradora verdad: ha viajado al pasado, a los años 80, una época donde aún resonaban en las radios los comunicados militares y donde su apariencia resultaba peligrosa. Mira a su madre y a su versión infantil, y ve en sus ojos la misma preocupación que ahora lo invade: él no pertenece a ese lugar, debe salir de ahí antes de que sea demasiado tarde.


Sin pensarlo, empuja al hombre de bigotes, causando indignación entre los pasajeros. Forzando su paso, se dirige hacia la puerta trasera, que en ese momento se abre, y salta del colectivo sin mirar atrás. Una vez en la calle, se encuentra nuevamente en la Buenos Aires del presente, con su tráfico caótico y transeúntes abstraídos en sus celulares. Pedro ha regresado a su época, pero aún puede ver cómo el viejo colectivo se aleja por la Avenida de Mayo, perdiéndose entre los modelos modernos. Le resulta increíble lo que acaba de vivir.


Mientras intenta recuperarse de la experiencia, un hombre molesto lo interrumpe, señalando el colectivo del que ha bajado. Comenta que aquel modelo debe de tener al menos cuarenta años y que no deberían permitirle circular. Pedro repite en voz baja el cálculo del desconocido, sorprendido por su precisión. El hombre sigue quejándose, asegurando que todo está cada vez peor.


Pedro mira el caos de la ciudad y, con una sonrisa, le dice:

- Cada vez peor…  no crea, amigo. No crea.


Luego, saluda con un gesto y decide caminar hasta la casa de su madre, disfrutando del buen clima.


Análisis de la historia: "Una mañana cualquiera en mi ciudad"

Pedro: un protagonista desubicado en el tiempo

Pedro es un personaje común, un joven que simplemente intenta llegar a su destino cuando, de repente, se encuentra en una situación inexplicable. Su desconcierto ante el colectivo y sus pasajeros lo convierte en una figura fuera de lugar, resaltando su vulnerabilidad. No solo es un viajero accidental en el tiempo, sino que también es señalado y juzgado por su apariencia, como si su identidad misma fuera una amenaza en ese contexto. Su jogging verde, sus zapatillas y su cabello largo lo hacen sobresalir en un mundo que no lo reconoce ni lo acepta. A medida que comprende la situación, Pedro se enfrenta a un peligro real: la mirada de desconfianza de los pasajeros y la autoridad opresiva de la época. La urgencia de escapar se vuelve una cuestión de supervivencia.

Al final, Pedro logra regresar a su presente y mira su entorno con nuevos ojos. Lo que antes podía parecer caótico y desordenado, ahora le resulta un alivio. Ha visto otra realidad y, con ello, ha cambiado su percepción sobre la propia.


El contexto histórico: una Argentina en dictadura

La historia sitúa a Pedro a principio de los años 80, un período marcado por la última dictadura militar en Argentina (1976-1983). En este tiempo, el país vivía bajo un régimen de represión y censura, donde la vestimenta, la actitud y hasta el simple hecho de ser diferente podían convertir a alguien en sospechoso. El miedo estaba presente en la sociedad, y las autoridades ejercían un control estricto sobre la población.

El cuento refleja este clima opresivo a través de las reacciones de los pasajeros. La mujer que acusa a Pedro de ser drogadicto y el hombre de bigotes que lo llama "invertido" encarnan los valores autoritarios de la época, donde cualquier señal de diferencia era motivo de desprecio o persecución. La figura del hombre que exige su documento refuerza la idea de que Pedro está en peligro, ya que en aquellos años, una simple detención podía significar desaparición o tortura.

El hecho de que Pedro reconozca a su madre y a su versión infantil dentro del colectivo le da un peso aún mayor a la escena. No solo está viendo el pasado, sino que se enfrenta a la fragilidad de su propia historia y a la dureza del contexto en el que su familia vivió.


Lo fantástico: el viaje en el tiempo como desencadenante del horror

El elemento fantástico del cuento surge de manera sutil pero efectiva. Pedro no atraviesa un portal ni experimenta un evento sobrenatural evidente; simplemente sube a un colectivo y, sin darse cuenta, ha viajado al pasado. Lo inquietante es que todo ocurre con normalidad dentro de la lógica de la historia, como si fuera posible que un error tan cotidiano como tomar el colectivo equivocado terminara en una distorsión temporal.

Lo que al principio parece solo una situación extraña se transforma en una amenaza real cuando Pedro entiende dónde está. Lo fantástico no solo reside en el viaje en el tiempo, sino en la sensación de desamparo: el protagonista está atrapado en un entorno donde es considerado un enemigo sin haber hecho nada. La opresión del contexto histórico convierte la experiencia en algo aterrador, destacando que, en ciertas épocas, la realidad misma puede ser más cruel que cualquier elemento sobrenatural.

El desenlace refuerza la idea de que Pedro ha cambiado después de la experiencia. Su percepción del presente ya no es la misma, y lo que antes podría haberle parecido un desorden moderno ahora le resulta un alivio. Su sonrisa final y su decisión de caminar reflejan un nuevo aprecio por la libertad que tiene en su propia época, un reconocimiento tácito de que, a pesar de todo, prefiere vivir en el presente antes que en un pasado lleno de sombras.

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