"Los ojos del perro siberiano" es una novela de Antonio Santa Ana, publicada en 1998.
La historia se centra en la relación entre dos hermanos, uno de los cuales enfrenta una enfermedad. A través de su narrativa, se abordan temas como la aceptación, la pérdida y el amor familiar.
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Por site olvidaste de leer el libro y la prueba es mañana, te dejo un resumen de "Los ojos del perro siberiano" por capitulo que hice yo :)
Comienzo
El narrador de la historia, cuyo nombre no se menciona nunca en el libro, comienza diciendo que es terrible darse cuenta de que uno tiene algo cuando lo está perdiendo; y que eso es lo que le pasó a él con su hermano.
Nos cuenta que su hermano mayor Ezequiel tendría 31 años ahora, pero que falleció hace 5. También nos dice que se había ido de su casa a los 18, cuando él tenía apenas 5 años.
Explica que va a contar su historia esa noche, y que si logra repasarla en ‘voz alta’, tal vez se sienta más liviano al otro día, cuando tenga que tomarse el avión…
Capítulo I
El protagonista vive en una casona cerca del río en San Isidro. Su casa es grande y está rodeada por un parque donde su mamá tiene una huerta de hierbas a la que, según él, cuida con el amor y dedicación que no les dio a sus hijos. Agrega que uno de los momentos más felices de su niñez era cuando acompañaba a su madre al jardín porque ella compartía esa actividad que tanto le gustaba con él.
Con su padre, la relación siempre fue más fácil, él se ocupaba de sus asuntos, su hijo de los suyos y listo. Hoy, a sus 65 años, sigue teniendo una mirada terrible que hace que cualquiera se sienta en desigualdad de condiciones. Se dedica a los negocios y otras cosas, que jamás compartió con sus hijos.
Su hermano Ezequiel siempre había sido el orgullo de la familia, el primogénito. Tenía el pelo negro de su madre y los ojos azules de su padre. En cambio, él tiene la combinación inversa: el pelo castaño de su padre y los ojos marrones de su madre.
Capítulo II
El narrador dice que su primer recuerdo es cuando Ezequiel se fue de la casa. Él tenía cinco años, pero recuerda la tensión en el aire y que estaba en su cuarto, del cual no podía salir. Luego, cuando comenzó a preguntar por él le decían que estaba estudiando u otras evasivas, pero él se daba cuenta que su hermano ya no vivía allí. Incluso se había llevado el Scaletrix del cuarto de Ezequiel y al no encontrar reclamo alguno, sabía que algo estaba pasando. Debido a su edad, no estaba preocupado, sólo pensaba que era una situación nueva.
Cuando vivieron juntos, él había admirado a su hermano mayor, ya que todos lo trataban como a alguien importante. Al principio, pensó que al no estar Ezequiel, toda la atención recaería en él, pero sucedió de una manera diferente a la esperada: sus padres pensaban que se habían equivocado con Ezequiel, y no volverían a cometer los mismos errores con él.
Capítulo III
El narrador explica que a los amigos se supone que uno los elige, pero duda si a su amigo Mariano lo eligió o si él ya lo estaba esperando cuando nació. Sus padres eran amigos desde jóvenes y se seguían viendo todas las semanas en el club.
Con Mariano habían estado juntos desde el jardín hasta un poco después de que cumplieran 11 años. Recuerda que a esa edad, una tarde de otoño al regresar de la casa de Mariano, escuchó que su hermano hablaba con sus padres en el despacho y abrió la puerta para saludarlo. Allí vio a su madre llorando y a Ezequiel quien bajó la mirada y no lo saludó. Su padre lo mandó a su cuarto sin explicación alguna y el pequeño llamó a Mariano para contarle lo sucedido. Su amigo le dijo ‘me parece que tu hermano la cagó otra vez’.
Capítulo IV
Con Mariano se habían enterado hace años por qué Ezequiel se había mudado. Ezequiel había dejado embarazada a su novia y luego el embarazo había sido interrumpido. Cuando el padre de la joven se enteró, fue a hablar con su padre y ambos intentaron que Ezequiel se casara con ella. Ezequiel dijo que no y la conversación fue escalando hasta que el joven decidió irse de la casa y abandonar los estudios.
Capítulo V
La noche en la que sus padres hablaron con Ezequiel en el estudio, no llamaron al pequeño a cenar. Al día siguiente, durante el desayuno, nadie dijo nada.
Si antes no se hablaba de Ezequiel en la casa, ahora mucho menos.
El pequeño no tenía idea qué podría haber pasado, pero notó que su madre había descuidado su jardín y que su padre se preguntaba ‘¿por qué a mí?’ cuando hablaba con ella.
Cansado de no saber qué es lo que pasaba, decidió ir a lo de su hermano por primera vez y preguntarle directamente. Averiguó la dirección, y se tomó el 60 desde San Isidro hasta Palermo.
Capítulo VI
El día que visitó a su hermano fue el primer día que le mintió a sus padres, con la ayuda de Mariano.
Cuando llegó a la casa de su hermano, él le abrió la puerta y un enorme perro siberiano le saltó encima. Ezequiel le preguntó si los padres sabían que estaba allí y el pequeño dijo que no. Nervioso, le preguntó acerca del perro, y Ezequiel le dijo que se llamaba Sacha y que lo tenía hacía un año y medio. Lo había rescatado de una conocida que criaba siberianos porque al ser el último de una tanda de crías, era el más débil. El narrador observa que el perro tiene los ojos marrones y no celestes; y su hermano le dice que le gustan así; y agrega que hay un cierto aire de verdad en los ojos de los perros siberianos, como si supieran los secretos. También le dice que la gente margina y nunca entiende a los que son diferentes, menciona los manicomios y los campos de concentración, y se pregunta ‘¿qué destino le puede esperar a un perro que tiene las orejas un poco más grandes?’.
El narrador finalmente se anima a preguntarle por qué los viejos están enojados con él y Ezequiel le dice que porque tiene sida.
Capítulo VII
Esa tarde, cuando vuelve a su casa, no hay nadie. Se siente raro y todo le parece distinto.
Mariano lo llama para preguntarle cómo le fue pero él le dice que Ezequiel no estaba en la casa. Tiene mucho en qué pensar porque hay mucho que no entiende.
Termina distrayéndose con una película llamada ‘Tarzán En Nueva York’ en la cual se ve reflejado: él también se siente desnudo y rodeado de cosas que no entiende.
Capítulo VIII
El narrador recuerda nuevamente la visita a lo de su hermano.
Luego de que Ezequiel le dijo que tenía sida, él se quedó con la boca abierta y una expresión de sorpresa total. Lo único que se le ocurrió preguntarle fue cómo se había contagiado. El hermano mayor, sorprendido, lo acusa de ir a su casa de parte del padre y le dice que no tiene importancia cómo se contagió, que si es homosexual, drogadicto o si se contagió en el dentista, no hay dferencia. Lo único importante era que se iba a morir y que no sabía cuánto le quedaba de vida.
El hermano menor piensa en que la respuesta de Ezequiel era injusta, porque él se había escapado para ir a verlo y sólo había preguntado por curiosidad y no para acusarlo.
Contestó que se tenía que ir, y se fue.
Capítulo IX
Al otro día, la mamá del protagonista le pregunta si se siente bien porque a la noche no había cenado. El pequeño la abraza fuerte y la mamá le pregunta si realmente se siente bien y si quiere faltar al colegio. El decide ir sólo para mantener la mente ocupada. Luego piensa en que si a Ezequiel no le importaba nada de él, a él tampoco le importaría nada de lo que sucediera con su hermano mayor. ‘Si era por mí’, dice, ‘Ezequiel se podía ir a la mismísima mierda’.
Capítulo X
El protagonista juega al ajedrez con su padre mientras escuchan música clásica. El pequeño pierde y el padre le dice que lo desconoce. El joven le explica que es porque él jugó muy bien, pero el padre no le cree. Entonces, le dice que está pensando en su cumpleaños, como excusa.
Capítulo XI
Durante esos días el protagonista comienza a tener una pesadilla que lo perseguiría por años: un joven viajero camina por el desierto y ve la sombra de un ave de rapiña pero no al ave. La sombra se acerca haciendo círculos cada vez más chicos.
Capítulo XII
El domingo de esa semana, la abuela visita la casa del protagonista. Su padre la interroga, ya que ella los visita siempre durante la semana, pero la abuela le dice que ella es grande como para tener que estar dando explicaciones. El padre se queda sin palabras.
Luego del almuerzo ella charla con el niño y le dice que sabe que él visitó a Ezequiel. El no quiere que los padres se enteren y le pregunta cómo es que lo sabe. Ella le dice que visita a su hermano todas las semanas y que él le contó. También sabe que el final de la visita fue bastante abrupto y le pregunta si va a seguir visitándolo. Él dice que no sabe y ella le cuenta que se puso muy contenta cuando se enteró, como Ezequiel; porque pensó que las cosas serían como antes, cuando era chiquito y su hermano mayor le cantaba.
El niño le dice que está cansado de que le recuerden eso, que ni se acuerda de la canción, y que hay un abismo entre ellos dos. La abuela agrega que lo bueno de los abismos es que se pueden hacer puentes para cruzarlos.
Capítulo XIII
Después de que se va su abuela, el niño se queda pensando. Trata de distraerse con un libro pero no encuentra nada que le guste y decide ir a su librería favorita de San Isidro a buscar alguno nuevo. Como no está Clara para recomendarle nada nuevo, se pone a mirar los estantes y descubre uno de María Elena Walsh y se pone a hojearlo. Allí recuerda la canción que le cantaba Ezequiel para dormir, “La canción del jardinero”. No sabe si porque se marea o del enojo, pero tira la colección de la autora al piso y sale corriendo, y llorando, hacia el río.
Capítulo XIV
El niño se sienta en una piedra y observa el río calmo, le parece que sólo están ellos dos en el mundo. Piensa en el destino y en que le gustaría que todo vuelva a la normalidad, a estar tranquilo como el río. Se pregunta por qué se siente obligado a ver a Ezequiel si nunca estuvo presente en su vida. Se levanta un viento fuerte que precede a la lluvia. El protagonista piensa en que así es su vida, calmas y tormentas.
Capítulo XV
Durante esa semana se mantiene ocupado con los preparativos de su cumpleaños y Mariano lo ayuda. El día de la fiesta, cuando se empiezan a ir los primeros invitados, llega Ezequiel, que nunca había ido a ninguno de sus cumpleaños. Ante la mirada divertida de la abuela, se acerca, le desea un feliz cumpleaños y le regala un cd de Dire Straits, “Brothers in Arms”. El niño pregunta si significa “hermanos en las armas” pero Ezequiel le dice sonriendo que significa “hermanos abrazados.“
Capítulo XVI
Al final de la fiesta, el padre se acerca al cumpleañero y hace comentarios sobre la música moderna, cuando él y Mariano dicen que les gusta, el padre contesta que “ya se les va a pasar”. Ezequiel se acerca y lo invita a la cancha a ver a Racing el domingo siguiente.
El lunes siguiente el padre le dice que se enteró de que el hermano lo invitó a la cancha y le advierte acerca del tipo de gente que va, y las peleas y la violencia. El niño le dice que Ezequiel lo va a cuidar y el padre le recuerda que ellos están distanciados con él, pero finalmente lo deja ir aunque le advierte que después del domingo tendrán una larga charla.
Capítulo XVII
El domingo siguiente el padre lo lleva hasta Palermo a encontrarse con Ezequiel. Los hermanos toman el colectivo 93 hasta el estadio en Avellaneda y en el camino hablan todo el tiempo. El protagonista se conmueve con todo lo que sucede en el estadio y cierra los ojos, cuando los abre, están llenos de lágrimas. Le agradece a su hermano mayor y Ezequiel lo abraza. Es la primera vez que los hermanos se abrazan y el pequeño se siente bien.
A la vuelta, Ezequiel lo acompaña hasta la puerta de la casa pero le dice que no puede pasar porque se tiene que levantar temprano. El pequeño se da cuenta de que no sabe mucho acerca de la vida de su hermano.
Su padre lo espera para “la charla”, que consiste en un monólogo acerca de cómo su interés por el fútbol demuestra cómo lo descuidó y que no volverá a pasar. También le dice que su relación con Ezequiel termina ahí, que no es sano que un niño de 11 años esté con un joven de 24 aunque sea su hermano. Y tercero, le dice que como está ingresando a la pubertad, tiene que confiar en él. El pequeño luego se queda llorando sólo en el despacho y siente que no encaja en el mundo.
Capítulo XVIII
El joven no vuelve a ver a su hermano por meses, y durante ese tiempo no puede tolerar a su padre. No entiende su actitud con Ezequiel, y si bien le parece injusto, no tiene el valor para preguntarle.
Capítulo XIX
El protagonista está angustiado y no sabe con quién hablar ni qué hacer.
Una tarde se acerca a su madre en el jardín y le pregunta por qué nunca hablan de Ezequiel, y ella le contesta que hay cosas de las que es mejor no hablar.
Capítulo XX
Un domingo de diciembre, antes de las fiestas, Ezequiel visita sorpresivamente la casa de sus padres y durante el almuerzo les dice que quiere pasar las fiestas y el verano con ellos, en la casa de campo de la abuela.
Su hermano menor no entiende y cree que está siendo falso pero Ezequiel le explica que él quiere a sus papás y que aunque ahora no se vean casi nada, él entiende sus miedos.
Por la tarde llega Mariano a visitarlo y escuchan música juntos. Se cuenta cosas de su familia y Mariano también le confiesa que está enamorado de Maria Eugenia, una compañera de los dos.
El protagonista le cuenta que ya sabe por qué sus padres están enojados con Ezequiel, que es porque tiene sida. Mariano se queda en silencio y le dice que supone que no lo va a ver más porque es contagioso. El pequeño le dice que eso es imposible, pero Mariano se va indignado. Nunca más vuelve a visitarlo.
Capítulo XXI
La familia decide pasar las fiestas en el campo de la abuela, y antes de fin de año llegan los tíos con Ezequiel. El joven protagonista está feliz porque al haber tanta gente en el campo, puede pasar mucho tiempo con su hermano mayor, y lo disfruta muchísimo. Recuerda esos días con placer. Luego de las fiestas, toma la decisión de hacer algo para poder ver más a su hermano, porque siente que es un vínculo auténtico, verdadero. Y no quiere que se rompa.
Capítulo XXII
Ya en marzo, antes de que comiencen las clases, llama a Mariano por teléfono pero nunca lo encuentra. Es la primera vez que no se ven ni hablan por tres meses. El primer día de clases su amigo lo ignora y se sienta con María Eugenia. Nuestro protagonista sabe que lo hace porque él es el hermano del sidoso. Sus compañeros les preguntan qué pasa entre ellos y los ex amigos dicen que se han peleado, y Mariano nunca dice que es por Ezequiel.
El pequeño se siente muy sólo y convence a sus padres de cambiarse de colegio, al Nacional de Buenos Aires. Sus padres aceptan y le buscan un instituto donde pueda prepararse para el examen de ingreso. El instituto queda a cinco minutos de viaje de lo de Ezequiel.
Capítulo XXIII
El protagonista reflexiona y cuenta que cuando murió Ezequiel, descubrió que la tristeza le sentaba bien, que tal vez sea su estado natural. Piensa que tal vez la adolescencia es en sí una etapa triste, pero se compara con sus compañeros, cuyas tristezas iban y venían, pero las de él eran permanentes. Era como si no supiera cómo divertirse.
Capítulo XXIV
En mayo comienza a asistir al instituto para preparar el ingreso al Nacional. A los padres les es complicado ocuparse de llevarlo y traerlo, entonces lo dejan viajar solo. Al pequeńo le gusta encontrarse con otro tipo de gente y salir de su círculo cerrado de San Isidro; aunque no se relaciona con nadie, le gusta estar rodeado de desconocidos.
Ese año, cuando comienza el invierno, Ezequiel enferma de neumonía y lo internan por diez días. Luego, le recetan AZT. En su trabajo se enteran de su enfermedad y lo echan. El padre dice que él, como empleador, hubiera hecho lo mismo.
Capítulo XXV
Cuando Ezequiel comienza a tomar AZT, también tiene que complementar su tratamiento con una vida más sana. Sale a pasear a Sasha todos los días y va a buscar a su hermano al instituto los lunes, miércoles y viernes.
La primera vez que lo ve, su hermano menor le dice que no lo dejaron ir a verlo al hospital. Como el pequeño no se anima a hablarle de su enfermedad, hablan de Sacha. Ezequiel le cuenta qué le da de comer y cómo la cuida. Se nota que toma el tema con seriedad y le cuenta qué libros leyó para aprender sobre cuidados y sobre los perros del ártico.
También le dice a su hermano que una de las razones por la cual quiere tanto a la perra es por sus ojos. Desde que está enfermo la gente lo mira de distintas maneras, algunos con temor, otros con lástima o intolerancia. En los de su padre ve enojo y vergüenza; en los de su mamá, miedo y reproche. En los de su hermano menor ve curiosidad y misterio. Los únicos que lo miran igual, en los únicos en los que se ve como es, son en los ojos de Sacha.
Capítulo XXVI
Antes de su última internación, Ezequiel le pide a su hermano que cuide a Sacha. El perro rompe cosas en la casa y lo mandan al campo de la abuela. El pequeño se siente mal porque su hermano no ha muerto todavía y no lo dejaban cumplir con una de sus últimas voluntades. Ezequiel no se entera de la verdad, pero a su hermanito le pesa mentirle a su hermano moribundo.
Capítulo XXVII
Los paseos a la salida del instituto se hacen cada vez más largos y a veces terminan en la casa de Ezequiel, donde su hermano descubre su biblioteca donde tiene muchos libros de fotografía y fantasía. Le presta “El señor de los anillos” y le dice que se puede llevar cualquier otro que quiera. También descubre un chelo cerca de su cama y le cuenta que lo compró hace cuatro años y abandonó, pero que comenzó nuevamente hace un año. Agrega que se propuso no morir hasta no poder tocar la Suite No. 1 en Sol mayor de Bach.
En la parada del colectivo el pequeño le dice a su hermano que está sorprendido de que lea, le guste la fotografía y toque el chelo. Ezequiel le dice que uno nunca termina de conocer del todo a las personas y que siempre hay un lugar de nosotros en el que no dejamos que entre nadie más.
Capítulo XXVIII
Cuando llega a su casa lo retan porque dijo que había ido a la casa de uno de sus nuevos compañeros. Los padres le dicen que no quieren que vaya a la casa de desconocidos sin permiso. El joven piensa en que está dispuesto a seguir mintiendo con tal de seguir viendo a su hermano.
Termina de leer “El señor de los anillos” en una semana y Ezequiel le presta los demás tomos. En todos los libros que le presta, él intenta encontrar rastros de su hermano mayor.
Un sábado por la tarde mientras lee “Un mago de Terramar”, su padre lo invita a jugar al ajedrez. El joven le pregunta si tiene la Suite No. 1 en chelo de Bach y su padre festeja que finalmente le guste la buena música.
Capítulo XXIX
En noviembre Ezequiel lo busca a la salida del instituto por última vez. Ahora hablan de libros y la librera le recomienda libros para sorprenderlo. Ezequiel le recomienda Blade runner y mientras caminan con Sacha se larga a llover. No pueden encontrar refugio rápidamente y para cuando encuentran un techito ya están empapados. Ezequiel le dice “El sida es como una tormenta, nadie quiere sacar la cabeza para ver que hay afuera”.
Capítulo XXX
Ese fin de año lo pasan en su casa de San Isidro y también festejan el ingreso al Nacional Buenos Aires. Cuando llega Ezequiel, su hermano se sorprende porque está muy flaco y su mirada ya no tiene brillo, se lo ve débil. Los padres hacen como si no pasara nada y comen en silencio. Esta vez no es solo el pequeño el que ve al ave de rapiña volando en círculos sobre la mesa familiar. Cuando dan las doce, en vez de desearle un buen año, el pequeño se acerca a su hermano y le dice “Te quiero”, “Yo también”, le responde Ezequiel con un abrazo.
Capítulo XXXI
Durante las vacaciones pudo hablar por teléfono con su hermano todos los días, ya no oculta su interés por él. En el nuevo colegio, se anota en varias actividades extracurriculares para quedarse en Capital y tener más posibilidades de ver a Ezequiel.
A mediados de marzo va a su casa sin avisar y lo encuentra trabajando. Desde que lo echaron hace pequeños trabajos freelance. Ezequiel se alegra mucho de verlo aunque era evidente que está más delgado que la última vez y su salud más deteriorada.
El hermano mayor le regala una foto blanco y negra, era una partitura iluminada por una vela. Está en clave de fa, la clave con la que se toca el chelo.
Capítulo XXXII
Durante esa época, un domingo se encuentra con unos amigos del padre en el shopping. Le dicen que sienten mucho lo de Ezequiel, que la leucemia es una enfermedad terrible. Está enojado porque los padres le inventaron una enfermedad a su hermano y piensa “como si fuera más digno morirse de leucemia que de sida. Como si fuera indigno ser sidoso. Como si en la muerte hubiera alguna dignidad.”
Capítulo XXXIII
Todos los muertos están solos. Ezequiel en el cajón parecía mas solo aun.
El joven cuenta cómo al final solo la abuela y él estuvieron con su hermano. Cuando Ezequiel murió, su padre estaba de viaje de negocios.
Capítulo XXXIV
Una tarde en lo de Ezequiel, su hermano le habla de Natalia, una compañera del colegio. Su hermano mayor lo carga y le aconseja no tenerle miedo al rechazo. “Si la cuerda no fuera delgada, no tendría gracia caminar por ella.”
Capítulo XXXV
Ezequiel le pide a su hermano que vaya a visitarlo una semana antes de cumplir 13 años. Le sirve te con masas y le dice que tiene una sorpresa para darle. Se levanta, trae el chelo y sin decir palabra se pone a tocar la Suite No. 1 en Sol mayor de Bach. La versión de Ezequiel es puro sentimiento y el pequeño no para de llorar. Cuando termina, se abrazan y lloran juntos. A la semana siguiente lo internan por última vez.
Capítulo XXXVI
El narrador cuenta que los últimos días de Ezequiel, los de su deterioro físico, son demasiado dolorosos como para recordarlos.
Capítulo XXXVII
El día del entierro el joven entiende por que en las películas se filman siempre con lluvia. El día que enterraron a su hermano, había mucho sol y los pájaros cantaban. Con tanta luz y claridad, era más dramática aún la idea de la muerte.
Capítulo XXXVIII
Los últimos días antes de morir, Ezequiel tiene momentos de lucidez y momentos de delirio. En un momento, se toman de la mano y el hermano mayor le dice que él le enseñó a caminar, y que es una paradoja que él lo acompañó en sus primeros pasos y ahora él lo está acompañando en sus últimos.
Sonríen ambos y cuando Ezequiel los abre nuevamente le dice “He visto cosas que ustedes no creerían. Naves de ataque ardiendo sobre el hombro de Orión.”
El pequeño cree que está delirando, Ezequiel sonríe mientras le aprieta la mano peo nunca más vuelve a abrir sus ojos.
Capítulo XXXIX
Después de la muerte de Ezequiel, la familia se convierte en una familia de fantasmas. En la casa no se hablan ni se miran. El protagonista tiene muchísima bronca con sus padres pero no tiene el valor de sacarla.
Cuenta que ya terminó el colegio y que se va a ir a estudiar a una universidad en Estados Unidos, y no sabe si va a volver. No hay mucho que lo ate a este lugar.
Capítulo XL
Hay algo que el protagonista siempre admiro de Ezequiel, que a pesar de todo nunca perdió el entusiasmo ni la alegría. Recuerda que una vez le dijo “ninguna enfermedad te enseña a morir, te enseña a vivir. A amar la vida con toda la fuerza que tengas. A mi el sida no me quita, me da ganas de vivir.”
Capítulo XLI
Al mes del entierro de Ezequiel la abuela lo visita y le regala un vhs de Blade runner.
“He visto cosas que ustedes nunca hubieran podido imaginar. Naves de combate en llamas en el hombro de Orión. He visto relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir.”
“No sé por qué me salvó la vida. Quizá en esos últimos momentos el amó la vida con más intensidad que nunca, no sólo su vida, la de cualquiera, mi vida. Y lo único que quería eran las mismas respuestas que el resto de nosotros: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda? Todo lo que podía hacer era quedarme allí y verlo morir”.
Capítulo XLII
El narrador protagonista dice que ya amaneció y que pasó toda la noche en vela. Recién terminó de afinar el chelo de su hermano por última vez. Su padre le grita que va a perder el vuelo, pero no le importa, hay tiempo.
Natalia va a estar en Ezeiza para despedirlo e irá a visitarlo en dos meses.
Capítulo XLIII
Ayer volvió después de tantos años al río de San Isidro. Todo está igual, pero él ya no es el mismo. Ya no se pregunta cómo será su destino.
Le debe a Ezequiel el haberle enseñado que la vida no es más que eso: asomar la cabeza para ver que pasa afuera, aunque haya tormenta. Y una suite de Bach.