Acá te dejo un resumen por capítulo de "La venganza de la vaca" de Sergio Aguirre, que hice yo, espero que te sirva!
Biografía del autor SERGIO AGUIRRE (click ACÁ)
La novela presenta el recurso de RELATO ENMARCADO:
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INTRODUCCIÓN
La novela comienza con una noticia que salió en el diario “The Times” el 9 de octubre de 1994, que informa sobre una tragedia en Sothersby Farm, cuando una vaca embistió a un niño hasta matarlo.
***
Una mujer se despierta por culpa de un ruido fuerte. Intenta prender la luz y no puede, porque aparentemente hay un corte. Mientras se levanta a ciegas, siente un olor que no reconoce, cada vez más fuerte. Sale de su habitación y se da cuenta de que es olor a excremento de animal. Camina por la casa a oscuras y pisa algo húmedo y pastoso. Comienza a gritar y luego tropieza con algo. En ese momento, la luz regresa y ve que tropezó con una cabeza de vaca. Asustada, retrocede de espaldas a la escalera, no se agarra el pasamanos… y cae.
CAPÍTULO 1
MARCELA
A Marcela nunca le gustaron los velorios, especialmente el olor de las flores en coronas. Al enterarse de la muerte de la madre de Rafael, se sorprende al descubrir que ella había estado enferma. Está nerviosa porque es la primera vez que conoce a alguien que fallece y no sabe qué decirle a Rafael. Le pregunta a su madre qué debe hacer, y ella le responde que solo debe acompañarlo. Aunque le da vergüenza no saber cómo actuar a sus dieciocho años y tener que preguntarle a su mamá, no puede evitar sentirse incómoda una vez que llega al velorio. Marcela siente que el grupo de amigos de Rafael es cerrado y siempre se siente “como sapo de otro pozo” con ellos. A pesar de sus dudas, los amigos la tratan bien, y, por suerte no hablan del colegio, eso le agrada y se siente aliviada.
LETICIA
A Leticia le sorprende mucho la noticia de la muerte de la madre de Rafael. La última vez que lo vio, Rafael le mencionó que su madre estaba un poco decaída, pero no le dijo que era grave, o quizás él no lo sabía. Leticia se conmueve profundamente al recibir la noticia de parte de Cristina y comienza a llorar y temblar. Mientras su padre trata de entender qué sucede, ella no puede dejar de pensar en Rafael y en su mamá, y también de “lo otro”, lo que había pasado el año pasado. La muerte la angustia y la enfurece, por lo que decide llamar a Marcela para contarle y pedirle que vaya al velorio de la madre de Rafael.
CARLOS
Carlos queda muy impresionado al ver a Rafael tan triste, algo que nunca había presenciado antes. Verlo llorar y desesperarse le causa una gran tristeza, al punto de que siente que él mismo podría comenzar a llorar. La situación le recuerda al año pasado, y la presencia de Marcela, intensifica sus sentimientos. Cristina, al parecer, lee sus pensamientos y se le acerca para decirle que es momento de planificar una reunión, utilizando la casa de su abuelo en Las Vertientes, lo cual deben organizar.
MANUEL
Manuel, al llegar y ver a Rafael llorando, sabe que lo tienen que hacer. Alrededor de las dos de la mañana, se va con Leticia y ella le informa que Cristina ya tiene la casa y que deben reunirse para organizarse. Deciden que es mejor esperar un poco para que Rafael esté mejor, ya que él tiene que ser parte de la organización.
CRISTINA
Cristina, consciente de que es morboso, no puede evitarlo. Tan pronto como Rafael se duerme, ella regresa a casa y, al estar en la cama, abre el cajón de la mesita de luz para mirar nuevamente un recorte del diario. Se siente aterrorizada, algo que nunca antes le pasa.
CAPÍTULO 2
La casa del abuelo de Cristina, ubicada en las afueras del pueblo de Las Vertientes, es ideal para las vacaciones de Semana Santa. La casa pertenece a la familia desde principios del siglo y está rodeada por un gran parque con robles y pinos.
Carlos, que vive en Los Molles, al norte de Córdoba, se despierta temprano para viajar a Córdoba y luego a Las Vertientes. Tras terminar la secundaria, decidió no asistir a la universidad ese año y quedarse en el campo. Aunque extraña a su tía y a sus amigos de la ciudad, está decidido a ir. Se prepara el desayuno en silencio para no molestar a su madre y sale hacia la terminal de ómnibus, mientras recuerda la llamada de Leticia sobre la reunión en la casa de Cristina.
Marcela y Leticia viajan en ómnibus, ambas estan nerviosas y emocionadas. Marcela se preocupa por la falta de cigarrillos en Las Vertientes, mientras que Leticia le dice que seguro encontrarán algún lugar para comprar.
Por otro lado, Rafael, al prepararse para el viaje a la casa de Cristina, recuerda a su madre, que falleció hace dos meses. Mientras se dirige a la casa de Cristina, revisa mentalmente los preparativos y piensa que no llegarán a Las Vertientes antes de las dos de la tarde. Cristina prepara sándwiches y sale a recibirlo. Juntos, se dirigen a Las Vertientes y Rafael trata de calmarse mientras ve una vaca cruzar el camino.
CAPÍTULO 3
Cristina y Rafael esperan a los demás a las once de la mañana. Se sientan en la escalinata de la casa y poco después llegan Leticia y Marcela. Rafael sale a ayudarles con las mochilas y ofrece preparar unos mates. Más tarde, llegan Carlos y Manuel.
Una vez todos reunidos, Rafael se ofrece a mostrarles las habitaciones de la casa. Después del almuerzo, deciden salir a caminar. A medida que avanzan, el cielo se nubla y comienza a llover ligeramente.
Al regresar, Carlos pregunta si en la casa hay fantasmas, a lo que Cristina responde que no, aunque menciona que a veces entran animales. Marcela pregunta qué tipo de animales y cuando Cristina dice que vacas, Carlos parece preocupado y dice que espera que no suceda, lo que causa cierta inquietud en el grupo.
Durante la cena, la conversación vuelve a las vacas y los eventos extraños que Carlos ha experimentado pero dice que se los va a contar después. Mientras todos están en el living, Carlos nota un movimiento fuera, cree que es un animal, pero luego dice que seguramente fue un reflejo. Marcela se acuerda de la historia misteriosa que Carlos prometió contar y él accede a contarla. Cristina dice que ella ya sabe la historia, que se la contó el año anterior un día en el que Carlos estaba con ella pero de repente se había puesto pálido como si hubiera visto a alguien. Ese día Carlos le había contado una historia increíble, justo a ella que sabía que la historia podía ser cierta.
Carlos prende un cigarrillo, y nervioso, comienza a contar su historia.
CAPÍTULO 4
HISTORIA DE CARLOS
Carlos cuenta que una vez pasó un verano en Los Molles, donde su padre tenía una heladería. Para entretenerse, se había unido a un club en Santa Rosa, donde conoció a Clara, una chica misteriosa que trabajaba en la cantina. Clara era callada, reservada y parecía estar bajo el control estricto de su familia, especialmente de su padre, quien la llevaba y traía del trabajo en un sulky. Carlos se había sentido atraído por ella, pero Clara evitaba hablar de sí misma y rechaza sus intentos de salir juntos.
Tras varios encuentros, Carlos logra que Clara acepte una cita, pero durante el beso, siente una repentina repulsión hacia ella, sin entender por qué y decide no ir al club por unos días. A pesar de esto, a los pocos días, Clara lo invita a su cumpleaños en su casa. Al llegar, Carlos se siente incómodo con la familia de Clara, especialmente con su madre, cuya boca le resulta perturbadora. En el tambo, Clara intenta besarlo de nuevo, y Carlos descubre con horror que su boca se asemeja a la de una vaca, con una lengua enorme y monstruosa. Aterrorizado, huye del lugar, dejando atrás a Clara y su familia.
Carlos se cuestiona todavía lo que vio y siente una mezcla de repugnancia y confusión por lo ocurrido.
HISTORIA DE SUSANA
Susana López, es una profesora de inglés de un colegio donde ella misma estudió, llega temprano para corregir exámenes en la biblioteca. Reflexiona sobre su amor por la enseñanza y su conexión con los estudiantes, a quienes considera casi como hijos. A pesar de las presiones de su marido para que se quedara en casa después de tener a su hijo Nicolás, Susana decidió seguir enseñando. Es muy querida por sus alumnos y colegas, y mantiene una relación especial con un grupo de estudiantes, especialmente con Rafael, con quien comparte una pasión por Inglaterra. Este grupo de alumnos, conformado por Rafael, Carlos, Manuel, Cristina y Leticia, se convierte en una especie de familia extendida para Susana, apoyándola incluso durante la muerte de su marido, Luis.
Un día, mientras corrige exámenes, Susana encuentra un papel doblado en su escritorio con el cruel mensaje: "SOS UNA VACA". Este comentario sobre su peso la afecta profundamente. Aunque intenta restarle importancia, el mensaje la hace reflexionar sobre su salud y su relación con la comida, recordando los problemas de sobrepeso de su madre.
Decidida a hacer un cambio, Susana visita un instituto de belleza llamado "SILUET" para informarse sobre tratamientos para adelgazar. Sin embargo, la atención es lenta y, al darse cuenta de que se está haciendo tarde para recoger a su hijo Nicolás de la escuela, decide irse. Al salir, se encuentra con una fuerte lluvia y lucha por encontrar un taxi para llegar a casa a tiempo.
Mientras tanto, su hijo Nicolás llega a casa después de la escuela y se da cuenta de que su madre no está. Tras esperar un rato, recuerda que hay una llave escondida en una maceta y logra entrar. Al buscar unos caramelos que su madre le había comprado, Nicolás intenta alcanzar una bolsa en la heladera, pero pierde el equilibrio y cae.
CAPÍTULO 5
Carlos termina de relatar la experiencia traumática que vivió durante el verano, en la que conoció a Clara y se nota que está visiblemente afectado. Confiesa que no puede olvidar lo que vio y que esa imagen lo persigue todas las noches. Cristina, intentando consolarlo, le recuerda que todo eso ya pasó y que no debe angustiarse tanto.
Para respaldar su historia, Carlos menciona que después de lo ocurrido visitó a una curandera en su pueblo, quien le contó sobre otro joven de un pueblo cercano que había tenido una experiencia similar.
Mientras Carlos continúa su relato, una ráfaga de viento golpea la ventana, sobresaltando a todos. Cristina decide preparar café para calmar los ánimos y le pide a Marcela que la ayude con las tazas. En la cocina, Marcela expresa su incredulidad sobre la historia de Carlos, diciendo que no puede creer que algo así sea posible. Cristina, sin embargo, le responde con seriedad que sí lo cree, y le revela que tiene conocimiento de algo similar que ocurrió en la casa donde están, hace muchos años. Marcela, intrigada y algo asustada, le pide a Cristina que les cuente esa historia.
Al regresar al living con el café, Marcela insiste en que Cristina comparta lo que sabe antes de que Carlos continúe con su relato. Cristina accede y comienza a contar cómo, después de la muerte de su abuela, encontró un cuaderno viejo escrito por su abuelo en la biblioteca de la casa. El cuaderno contenía una historia que, según su padre, era completamente cierta.
Cristina va al salón y regresa con el cuaderno de tapas celestes. Lo abre con cuidado y comienza a leer en voz alta, revelando una historia que parece estar relacionada con lo que Carlos experimentó.
RELATO DEL CUADERNO DEL ABUELO DE CRISTINA
El abuelo de Cristina relata la llegada de la familia Tuur a la estancia de su padre en la década de 1920. Provenientes de un lugar cerca de Hungría, los Tuur eran una familia peculiar compuesta por el padre, Lepo, la madre, una hija mayor llamada Emma, y dos hijos gemelos. Trabajaban en la estancia, cuidando las vacas y ayudando en las tareas domésticas. Lo que más llamaba la atención de los Tuur era su silencio casi absoluto. Rara vez hablaban, y cuando lo hacían, era de manera breve y funcional. Sin embargo, entendían todo lo que se les decía, lo que les hacía parecer casi sobrenaturales en su capacidad de comunicación no verbal.
El narrador, que era un niño en esa época, recuerda que los Tuur le causaban una extraña aprensión. Aunque no podía explicarlo, sentía un rechazo instintivo hacia ellos, especialmente hacia los gemelos, a quienes evitaba. La familia Tuur tenía una apariencia física peculiar: eran extremadamente blancos, casi translúcidos, y su piel parecía frágil, como si pudiera romperse bajo el sol. Emma, la hija mayor, era diferente: era hermosa, delgada y tenía una presencia más tranquila, aunque compartía el mismo silencio y la misma indiferencia hacia los demás que caracterizaba a su familia.
Una noche de Navidad, el narrador, incapaz de dormir debido a la emoción por un nuevo juguete, escuchó un extraño gemido proveniente del rancho de los Tuur. Al asomarse por la ventana, vio a los gemelos y a su madre moviéndose en círculos en el patio, como si realizaran un ritual extraño. Esta imagen lo perturbó profundamente, pero decidió no contarle a nadie lo que había visto. A partir de ese momento, comenzó a observar a los Tuur con más atención, notando comportamientos cada vez más inquietantes, como la fascinación de Emma y su madre por los espejos, y los extraños ruidos que emitían con la boca, que parecían inhumanos.
El incidente más impactante ocurrió durante una yerra en una estancia vecina. Uno de los gemelos resultó accidentalmente marcado con un hierro caliente destinado a una vaca. En lugar de gritar de dolor, el gemelo emitió un sonido similar a un bufido, y su reacción fue completamente ajena a la de un ser humano: no lloró, no gritó, simplemente movió la lengua y dejó caer una baba espesa por su pecho. Este evento reforzó la creencia del narrador de que los Tuur no eran completamente humanos.
Una noche, el narrador volvió a escuchar el mismo gemido que había oído en Navidad. Esta vez, asoció el sonido con el mugido de una vaca, lo que lo llevó a una aterradora conclusión: los Tuur se estaban convirtiendo en vacas. Esta idea, aunque absurda, parecía explicar todo lo que había observado: su silencio, su comportamiento ritualístico, su fascinación por los espejos (como si no reconocieran su propia humanidad), y los sonidos extraños que emitían.
Finalmente, el padre del narrador despidió a los Tuur, aunque nunca se explicaron los motivos. El abuelo de Cristina, ahora adulto, reflexiona sobre lo ocurrido y admite que, aunque ha intentado racionalizar los eventos, aún no puede comprender completamente lo que sucedió con esa familia. Sigue preguntándose si lo que vio fue real o producto de su imaginación infantil, pero el miedo y la inquietud que los Tuur le provocaron nunca lo abandonaron por completo.
HISTORIA DE SUSANA (Rafael se entera)
Cristina le escribe una carta a Rafael (que se encuentra estudiando Inglés en Inglaterra) para contarle sobre la muerte de Nicolás, el hijo de Susana, su profesora y amiga cercana. Le cuenta que Nicolás falleció el 16 de noviembre al caerse de una silla en la cocina y golpearse la cabeza con el filo de la mesa. Susana está devastada y se culpa por lo sucedido, ya que ese día se había demorado al salir del colegio después de encontrar un papel ofensivo en su escritorio que decía "SOS UNA VACA". Este hecho la afectó profundamente, y al pasar por un instituto de adelgazamiento, se retrasó. Luego, una fuerte lluvia le impidió encontrar un taxi rápidamente, lo que la demoró aún más. Cuando llegó a casa, ya era demasiado tarde.
Cristina, junto con sus amigos Leticia, Manuel y Carlos, han estado apoyando a Susana durante este difícil momento. Todos están indignados por la crueldad del mensaje en el papel, al que consideran indirectamente responsable de la tragedia. Carlos incluso sugirió que deben encontrar a la persona que escribió el mensaje para hacer justicia por Nicolás y Susana.
Cristina le pide a Rafael que regrese lo antes posible, ya que las clases están por terminar y sienten que necesitan su presencia para enfrentar esta situación juntos. Rafael, al leer la carta, queda profundamente afectado. Recuerda a Susana y a Nicolás, y se siente desesperado por no poder estar con sus amigos en este momento. Decide adelantar su regreso a Argentina, a pesar de que aún le faltan dos meses para completar su año en Inglaterra. Mientras piensa en todo esto, encuentra en el periódico un artículo titulado "Tragedia en Sothersby Farm", lo que le hace reflexionar aún más sobre la situación. Esa noche, después de organizar su regreso, no puede dejar de pensar en Susana, Nicolás y las vacas.
CAPÍTULO 6
Los amigos hablan acerca de la historia inquietante relacionada con los Tuur, la familia que vivió allí hace más de setenta años. Leticia expresa que saber que esos eventos ocurrieron en esa misma casa le da escalofríos, mientras Manuel espera que lo que sucedió con los Tuur sea algo muy distinto a lo que imaginan. Rafael bromea sobre la posibilidad de que los Tuur se levanten de sus tumbas, pero Carlos lo reprende, recordándole que el tema no es para bromas.
Carlos continúa contando su experiencia. Explica que, después de su encuentro perturbador con Clara, una curandera le sugirió que visitara a un joven llamado Martín en Villa Fontana. Carlos viajó allí y encontró la casa del médico, donde Martín lo recibió. Al mencionar que la curandera lo había enviado, Martín mostró interés y lo invitó a sentarse en el patio para escuchar su historia. Carlos le contó todo lo que había vivido con Clara, y Martín lo escuchó con seriedad. Al terminar, Martín admitió que no entendía qué era lo que ocurría, pero que creía en la experiencia de Carlos porque él mismo había vivido algo similar con una familia llamada los Juárez.
Martín le explicó que su padre, el médico, le había prohibido hablar de los Juárez, ya que, aunque creía en lo que su hijo había visto, temía que revelarlo arruinaría su carrera. Nadie creería en un médico que afirmara haber presenciado cosas que, supuestamente, no podían existir. Carlos, al escuchar esto, sintió una mezcla de miedo y alivio: miedo por confirmar que existía una realidad monstruosa oculta, y alivio por saber que no estaba solo en haber experimentado algo tan perturbador.
La historia de Martín sobre los Juárez, que Carlos promete relatar tal como se la contaron, queda pendiente, dejando a todos con una sensación de inquietud y curiosidad por lo que vendrá a continuación:
RELATO DE MARTÍN
Martín relata una experiencia que vivió cuando era joven, acompañando a su padre, un médico, a la casa de la familia Juárez, que vivía en una estancia cerca de Balnearia. Los Juárez eran una familia aislada, conocida por no interactuar con la gente del pueblo. La hija mayor era la única que ocasionalmente iba al pueblo a comprar provisiones, pero sin hablar con nadie. Una maestra del pueblo, la señorita Aída, intentó visitarlos para preguntar por la educación de los hijos, pero después de esa visita, la maestra pidió un traslado y dejó el pueblo sin explicaciones.
El padre de Martín fue llamado a la casa de los Juárez para atender a una enferma. Al llegar, notaron que la familia era extraña: Don Juárez era frío y distante, y los hijos, todos gordos, tenían un comportamiento peculiar. La hija, en cambio, era delgada y más alerta, pero también parecía estar bajo el control de su padre. Mientras el padre de Martín atendía a la enferma, Martín observó a los hijos sentados bajo un árbol en una postura extraña, como si estuvieran masticando en silencio, algo que le pareció anormal.
Después de la visita, el padre de Martín regresó preocupado, mencionando que la enferma tenía manchas negras en el cuerpo con una pilosidad que se extendía, algo que nunca había visto antes. Esa noche, Martín tuvo pesadillas sobre las manchas y se sintió inquieto. Al día siguiente, la hija de los Juárez fue a buscar al padre de Martín porque la enferma había empeorado.
Más tarde, Martín fue a la casa de los Juárez para ver si su padre necesitaba ayuda. Al llegar, escuchó llantos y encontró a la hija llorando. Entró a una habitación y vio a la enferma muerta en una cama, con un fuerte olor a excremento de vaca. En ese momento, una anciana levantó la cabeza y, al mirar a Martín, escondió lo que parecían ser pezuñas de vaca bajo una tela. Su padre lo interrumpe y le ordena volver a casa para avisar que no atenderá ese día. Aturdido por lo que presenció, Martín obedece y se dirige a su moto, con el cuerpo tembloroso. Antes de irse, observa nuevamente a los chicos bajo un algarrobo, masticando lentamente, y al padre abrazando a su hija con su única mano libre.
HISTORIA DE SUSANA
Las clases terminan y los cinco amigos, a pesar de sus esfuerzos, no logran averiguar nada. Elaboran una lista de sospechosos basada en quienes reprobaron la materia, aunque les resulta difícil aceptar que alguno de sus compañeros haya sido capaz de algo tan grave. La lista incluye a Martín Guevara, Constanza Brunetti, Florencia Mondino, Agustín Ortega y Martín Bastos. Deciden enfrentarlos con sutileza, dejándolos hablar en busca de alguna palabra o gesto que los delate cuando mencionan a Susana. Sin embargo, sus intentos son inútiles. Saben que el autor del hecho difícilmente confesará, ya sea por culpa o por alivio tras la muerte de Nicolás.
Pero la verdad aparece cuando menos lo esperan. Una tarde de febrero, Leticia se encuentra sola en el club, esperando ver algún conocido. Sus amigos están dispersos: Cristina está de vacaciones con Rafael en la casa de su tía en Pinamar, Carlos se ha ido a Los Molles hasta marzo y Manuel está ocupado con familiares de Mendoza.
Recostada en una reposera junto a la pileta, Leticia disfruta del sol hasta que una voz familiar la sorprende. Es Marcela Renzi, a quien no considera una amiga cercana, pero que resulta ser una compañía aceptable por un rato. Conversan sobre diversos temas, desde el bronceado hasta el festival de rock en Santa Elena, el regreso de Rafael y las carreras universitarias. En medio de la charla, Marcela menciona con fastidio que debe aprobar inglés en marzo para poder ingresar a la facultad. Leticia se sorprende, ya que no recuerda que Marcela estuviera en la lista de los reprobados.
Intrigada, le pregunta si realmente reprobó inglés. Marcela confirma con molestia que sí y explica que, debido a eso, su padre no le permitió irse de vacaciones con su hermana a Punta del Este. Explica que su familia siempre ha funcionado así: si los estudios van bien, hay vacaciones; si no, se cancelan los planes. Llena de frustración, admite que cada vez que lo recuerda le da rabia.
Leticia, intentando actuar con naturalidad, le pide que le cuente qué pasó en el examen. Marcela baja la mirada y, tras un silencio, dice que la profesora López la reprobó. Insiste en que no lo esperaba, ya que había hablado con ella y le había explicado cuánto necesitaba aprobar. Sin embargo, la docente no cedió y, como resultado, perdió sus vacaciones.
Leticia percibe un destello de furia en la mirada de Marcela y, en ese instante, comprende la verdad: ella es quien escribió la nota.
CAPÍTULO 7
Carlos termina de contar la historia justo cuando comienza a llover. El viento se ha calmado y el sonido de la lluvia sobre las hojas es lo único que rompe el silencio. Son las dos de la mañana, pero ninguno de los presentes tiene sueño. Después del segundo relato de Carlos, se quedan sin palabras hasta que Manuel pregunta en voz baja si hubo alguna conexión entre las dos familias. Carlos responde que, aparentemente, no existe ninguna, aunque le llama la atención que sean familias similares: en ambas hay una hija mayor, hermanos menores y viven en el campo. Marcela menciona que también los Tuur tienen similitudes, y Leticia agrega que, aunque los separan setenta años, en todas las historias la hija mayor es un elemento en común.
Manuel, intrigado, le pregunta si cree que es la misma familia en distintos tiempos y lugares. Leticia lo niega, pero está convencida de que hay una conexión entre estos fenómenos. Especula que puede tratarse de una degeneración genética o incluso una maldición. Al mencionar la palabra "maldición", Rafael reacciona y todas las miradas se dirigen a él.
Rafael cuenta que, durante su estancia en Inglaterra, la familia con la que se hospedó, los Redlaw, lo llevaron a Glasgow, donde conoció a una joven que estudiaba culturas indígenas y hacía un trabajo sobre las creencias antiguas y sectas. Ella le explicó que, en muchas tribus y sectas que adoran al diablo, se utilizan animales para llevar a cabo maldiciones. Según ella, una de las peores formas de castigo para el hombre ha sido siempre reducirlo a la condición de un animal, algo que ha ocurrido en todas las épocas y sigue sucediendo. Le mostró un manuscrito con un diario personal, asegurándole que no era algo extraño en Inglaterra, y mucho menos en Escocia. Rafael, al leerlo, no supo qué pensar en su momento, pero ahora, después de las historias que ha escuchado esta noche, ya no tiene dudas.
Cristina, sorprendida, le pregunta qué decía el diario y le reprocha que nunca se lo haya contado. Rafael responde que no lo mencionó porque temía que ella se burlara, del mismo modo en que ella nunca le habló del manuscrito de su abuelo. Cristina le insiste en que esto es serio, que ni Carlos ni ella están jugando. Rafael asegura que tampoco lo hace y confiesa que, extrañamente, tiene consigo una copia del diario, aunque no tenía idea de las historias que Carlos y Cristina conocían. Esta coincidencia lo inquieta.
Sube a su habitación y regresa con unas hojas escritas en inglés y comienza a leer.
RELATO DEL CUADERNO DE RAFAEL
Jane Sharpe se detiene un momento antes de cruzar la calle. Acaba de bajar del autobús con su bolso y una pesada maleta que la han dejado sin aliento. Desde allí observa la casa de los Kitteredge, una pintoresca construcción de piedra y madera rodeada de un hermoso jardín.
Jane levanta su maleta y se dispone a cruzar, pero antes de llegar, ve que en el buzón hay correspondencia sobresaliendo. Por un instante, considera la idea de recogerla y llevarla consigo como una cortesía, como ha visto tantas veces en las películas, donde la nueva secretaria o la niñera se presentan con las cartas en la mano. Sin embargo, decide no hacerlo. No conoce a los Kitteredge y teme que pueda parecerles un exceso de confianza. Esta vez no quiere cometer errores; en la agencia le han advertido que, si vuelve a fallar en una colocación, dejarán de darle trabajo. Y ella lo necesita.
Llama a la puerta y espera. No hay respuesta. Llama de nuevo y sigue sin obtener señal de nadie dentro. La demora le parece extraña. Apenas una hora antes, la señora Kitteredge le había dicho por teléfono que la esperaba y había sonado ansiosa por conocerla. Intrigada, se asoma por la ventana, pero las cortinas están cerradas y no puede ver nada. Comienza a preocuparse de que la señora haya tenido que salir de urgencia y ella deba quedarse esperando sin saber por cuánto tiempo. Está a punto de sentarse en los escalones de la entrada cuando se le ocurre que quizás la familia esté en el patio y simplemente no la hayan oído.
Decide rodear la casa para ver si puede escuchar o ver algún movimiento en la parte trasera. Cuando está parada intentando avizorar algo en el jardín, siente una presencia detrás de ella. Antes de darse vuelta, un escalofrío recorre su espalda. Sabe que hay alguien a sus espaldas y que, quienquiera que sea, ha logrado acercarse sin hacer el menor ruido…
(Fragmentos del diario de Jane Sharpe, encontrados durante el vaciamiento de su casa número veintiséis de Kyme Street, antes de su demolición)
El 17 de marzo, Jane Sharpe escribe en su diario sobre su llegada a la casa de los Kitteredge en Kyme Street. Mientras intenta observar el jardín, la sorprende la señora Louise Kitteredge, quien la saluda amablemente y la invita a entrar. Jane se siente aliviada por la calidez de la pareja. Encuentra la casa hermosa y los dueños encantadores. Mark y Louise, un matrimonio de ancianos con rasgos similares, la tratan con amabilidad. Durante la conversación, muestran interés en su vida, especialmente en el hecho de que no tiene familia ni novio. Jane espera que la acepten y promete esforzarse en su trabajo.
El 19 de marzo, Jane se siente bien recibida en la casa y compara su experiencia con trabajos anteriores, resaltando la diferencia positiva. Louise le regala un pañuelo de seda, gesto que la emociona profundamente. Por la tarde, Mark le muestra su invernadero, lleno de flores exóticas. Jane se pregunta cómo logra mantenerlas en flor en esa época del año.
El 20 de marzo, Jane se siente parte del hogar y disfruta de la libertad para organizar su trabajo. Se sorprende cuando Louise le pregunta su fecha de nacimiento.
El 22 de marzo, en su día libre, decide quedarse en la casa porque se siente cómoda allí. Mientras limpia su habitación, encuentra en el placard un puñado de hierbas secas, lo que le parece extraño.
El 24 de marzo, Mark le regala un televisor para su habitación, gesto que la deja impactada y agradecida. No comprende cómo la anterior empleada pudo haber dejado la casa con unos patrones tan generosos.
El 25 de marzo, durante el almuerzo, Louise le dice que preparará platos especiales solo para ella, ya que ellos están a dieta. Jane se resiste, pero Louise insiste y para la cena le sirve una tarta de queso exquisita. Jane siente una fuerte conexión con Louise y la compara con la abuela que nunca tuvo.
El 26 de marzo, Jane conoce a un joven llamado Richard en una tabaquería. Se siente atraída por él y espera ansiosa su llamada. Al llegar a casa, le cuenta a Louise, quien reacciona con frialdad.
El 27 de marzo, Richard no llama. Jane intenta convencerse de que si le interesa, lo hará. Durante el almuerzo, sigue disfrutando de la comida de Louise. Descubre una colección de vaquitas de piedra en la casa. Al limpiarlas, Mark le advierte con tono serio que tenga mucho cuidado con ellas.
El 29 de marzo, Jane pierde la esperanza de que Richard la llame y se siente deprimida. Louise intenta consolarla invitándola a jugar damas, pero Jane prefiere distraerse con una película. Más tarde, el teléfono suena y cree que es Richard, pero Mark le informa que fue una llamada equivocada.
El 3 de abril, Jane sigue pensando en Richard y considera ir a la tabaquería, pero Louise la convence de que si el joven está interesado, llamará. Jane decide seguir su consejo.
El 12 de abril, Louise le dice a Jane que confíe en la primavera, recordándole un consejo de su abuela. Jane comienza a disfrutar de su rutina en la casa y deja de obsesionarse con conocer a alguien. Se da cuenta de que últimamente come constantemente y duerme mucho, lo cual le parece inusual.
El 15 de abril, Jane se da cuenta de que ha subido de peso cuando intenta ponerse unos pantalones ajustados. Decide hablar con Louise sobre hacer dieta, pero ella minimiza el problema y sigue preparándole comidas abundantes.
El 18 de abril, Jane se siente físicamente cansada al subir escaleras y cree que es debido al sobrepeso. Louise insiste en que es normal y sigue cocinando para ella con entusiasmo.
El 21 de abril, Jane se queda dormida dos días seguidos, lo que le parece extraño. Louise no le da importancia y le asegura que solo estaba cansada. Jane reflexiona sobre lo fácil que le sería vivir para siempre en la casa, sin imaginar su vida en otro lugar. Descubre que las vaquitas de piedra tienen nombres grabados en sus vientres, como Ursula, Susan y Mary. Le llama la atención una blanca llamada Rita.
El 23 de abril, Jane evita pasar por la tabaquería de Richard. Louise le prepara lasagna con salsa de hongos, y Jane se la come toda, a pesar de notar que sigue engordando. Louise le asegura que es por su edad.
El 27 de abril, Jane encuentra un lápiz labial en el botiquín de su baño y se da cuenta de que pertenecía a la empleada anterior, lo que la hace reflexionar sobre su predecesora en la casa.
El 4 de mayo, la narradora retoma la escritura en su diario después de varios días sin hacerlo. Explica que su vida no ha tenido grandes cambios, pero se siente bien y contenta a pesar de haber aumentado de peso. Aunque no le gusta su apariencia, tampoco le preocupa demasiado. Su amiga Louise no cree que esté tan gorda. Lo que sí le inquieta es su dificultad para levantarse temprano. Se sorprende al despertar a las diez de la mañana tras dormir más de doce horas. A Louise no le molesta, pero a ella sí le inquieta sentirse tan somnolienta. Escribe que los Kitteredge son extraños: no les importa que duerma tanto, pero sí que salga.
El 10 de mayo, empieza a considerar consultar a un médico, pero Louise se opone. Pasa el día en cama, no porque esté enferma, sino porque se siente muy pesada. Mark le lleva una planta del invernadero, asegurándole que sus hojas aromáticas la ayudarán a recuperarse.
El 12 de mayo, decide levantarse y hacer algo de ejercicio, pero se arrepiente. Mientras acomoda unas revistas en la sala, alguien llama a la puerta. Al abrir, se encuentra con Richard, quien no la reconoce y pregunta por Jane Sharpe. En shock, responde que Jane ya no trabaja ahí y cierra la puerta. Sube a su habitación sintiendo una profunda vergüenza. Al verse en el espejo, se da cuenta de que está obesa de manera extrema y desfigurada.
El 14 de mayo, tras el incidente con Richard, Louise accede a prepararle un menú dietético, pero Jane tiene dificultades para seguirlo. A las pocas horas de desayunar, siente un hambre intensa y dolores de cabeza insoportables. Decide no salir de la casa hasta bajar de peso.
El 17 de mayo, se da por vencida y asume que no podrá adelgazar. Louise parece entenderla y vuelve a prepararle sus comidas, esta vez eliminando la carne, ya que cree que le cuesta digerirla. También le aconseja masticar despacio para mejorar su digestión. Más tarde, Louise le pregunta si quiere cortarse el cabello. El corte no queda bien, pero ella no se anima a decirle nada.
El 19 de mayo, salir de la casa se ha convertido en algo impensado para Jane. Lo más extraño es que Mark y Louise no parecen preocupados por ello; de hecho, hacen todas las compras sin quejarse, como si lo disfrutaran. La narradora reflexiona sobre la relación con los Kitteredge y concluye que no los siente como patrones, ni ellos la ven como una simple empleada. Ese día, mientras limpia unos jarrones en la sala, le pregunta a Mark por la mucama anterior. Él sigue limpiando unas figuras de piedra y, sin mirarla, responde: “Nuestras chicas no nos dejan, no nos dejan nunca”.
El 25 de mayo, se encuentra tan débil que apenas puede levantarse. Ha pasado los últimos días en cama, durmiendo casi todo el día excepto para comer. Quiere ver a un médico, pero Mark y Louise se niegan a llamar a alguien. Sigue aumentando de peso rápidamente hasta el punto de que le cuesta moverse en la cama. Empieza a sentirse prisionera en la casa y teme que, hasta que su estado no sea grave, no podrá salir. Su miedo crece.
El 28 de mayo, desesperada, le suplica a Louise que llame a un médico, pero ella reacciona con enojo y sale dando un portazo. Jane está al borde de la desesperación. Apenas puede moverse y descubre con horror que su cuerpo está cambiando de manera extraña: le está creciendo un vello blanco en todo el cuerpo.
***
Jane siente que los Kitteredge han dejado de hablarle y la casa permanece en penumbras. Louise le trae comida sin hablar, y Jane le tiene miedo, evitándola cuando escucha sus pasos. Las pesadillas de Jane la atormentan, soñando con los Kitteredge y un campo de vacas, donde a veces come algo que Louise le da. Al despertar, sigue masticando con dolor en la mandíbula. Su cuerpo cambia de manera aterradora: le pica, su vello se vuelve espeso y come pasto que Louise le proporciona. Mark coloca figuras de vacas en su habitación, diciéndole que no estará sola. Jane intenta rezar, pero el dolor es insoportable y siente que su cuerpo ya no le pertenece.
CAPÍTULO 8
Rafael comparte con el grupo el diario de Jane Sharpe, un documento que lo llevó a investigar la antigua casa de los Kitteredge, ahora reemplazada por un edificio de departamentos. A pesar de que el diario es de los años cincuenta y la demolición ocurrió en los ochenta, Rafael intenta obtener información sobre los antiguos dueños, pero nadie parece saber nada o querer hablar del tema.
El ambiente en la reunión se vuelve cada vez más tenso. Carlos, pálido y asustado, admite que siente miedo. Marcela confiesa que, aunque no suele asustarse, esta historia la hace sentir amenazada. Cristina, con una expresión seria, expone su teoría de que no es coincidencia que todos en el grupo hayan sido testigos o conocedores de historias relacionadas con vacas. Insiste en que esto podría ser un vaticinio de que algo va a suceder. Rafael intenta calmarla, asegurándole que nada más pasará. Sin embargo, Carlos apoya la teoría de Cristina y plantea que tal vez han sido "elegidos" para conocer estos relatos. Marcela, aterrorizada, pregunta qué significa ser elegidos, pero Carlos no tiene una respuesta concreta. Leticia, cada vez más nerviosa, insiste en dejar de hablar del tema y sugiere ir a dormir. Mientras todos recogen las tazas y se preparan para la noche, Marcela le pregunta a Leticia si cree en las historias. Leticia, con miedo en los ojos, le responde que son ciertas. Más tarde, en la casa silenciosa, se oye el crujir de una puerta.
HISTORIA DE SUSANA
Durante los tres días siguientes, el grupo debate sobre qué hacer con Marcela, a quien consideran responsable de la muerte de Nicolás. Rafael y Carlos creen que ella debe pagar y vivir con la culpa, pero Leticia, Manuel y Cristina argumentan que Marcela se convencerá de que fue un accidente y no sentirá remordimiento. La discusión se interrumpe cuando Rafael encuentra un recorte de periódico sobre una tragedia en Sothersby Farm, donde un niño de Inglaterra muere en un suceso relacionado con una vaca. La coincidencia con la carta de Cristina lo convence de que deben vengar a Nicolás usando el mismo elemento que causó la tragedia: la vaca.
El grupo elabora un plan meticuloso para sembrar el terror en Marcela y hacer que la palabra "vaca" quede grabada en su mente con un miedo imborrable.
Durante meses se acercarán a Marcela y la incluirán en sus actividades para que no sospeche nada.
Cuando se haya integrado al grupo, la invitarán a pasar un fin de semana en la casa del abuelo de Cristina en el campo.
Rafael y Cristina llegarán un día antes para preparar todo, mientras que los demás arribarán al día siguiente. Pasarán el día con actividades normales.
Durante la jornada insinuarán un temor hacia las vacas sin dar explicaciones, despertando la curiosidad de Marcela.
Por la noche, contarán historias aterradoras sobre vacas con tal convicción que Marcela no podrá evitar creerlas.
Después de los relatos, fingirán irse a dormir, cada uno en habitaciones separadas. Una hora después, ejecutarán su trampa.
Cerrarán todas las puertas con llave para evitar que Marcela busque refugio en otra habitación. Rafael y Carlos esparcirán excremento de vaca en su dormitorio y en el pasillo. Luego, colocarán una cabeza de vaca seccionada en el camino de salida de Marcela. Cristina y Leticia esperarán en la caja de electricidad para cortar la luz en el momento justo. Finalmente, Manuel volcará una mesa de roble para generar un estruendo que despierte a Marcela.
Cuando la trampa se activa, Marcela despierta y, al intentar salir de la habitación, se encuentra con el fuerte olor a excremento. Aterrado, el grupo escucha sus pasos, su respiración agitada y finalmente su grito cuando descubre la cabeza de vaca. La luz se enciende y Marcela entra en un estado de pánico absoluto. Su terror es la venganza que esperaban. Sin embargo, la situación se sale de control cuando Marcela tropieza y cae por las escaleras. Su cuerpo golpea los escalones hasta que todo queda en un silencio absoluto.
En ese instante, el miedo cambia de bando: ahora los cinco amigos temen haber ido demasiado lejos...